domingo, 19 de octubre de 2008

"Mi madre "de Jorge Vocos Lescano



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Para todas las mamás de la escuela y para nosotras que también lo somos un regalo:


El pensamiento de mi madre, su recuerdo, es como un viento dulcìsimo.
Y cuando ese viento, de pronto,me da en la cara y en las sienes, y yo entrecierro los ojos para mirar mejor, ella se me adelanta, desde un amanecer en el jardín, con las manos llenas de rosas blancas, y rojas, y amarillas.
O viene por la noche, momentos antes de acostarse, y entra a mi pieza, con una taza humeante de eucaliptos para los vahos, porque yo estoy pasando una de las incontables y largas convalecencias de infancia. Y ella llega hasta mi cama para taparme y para sujetar bien las cobijas, porque como yo soy un loco duermo como un demonio de mal y soy capaz de amanecer en el medio del patio.
O aparece rodeada por mis siete hermanos y yo, y también por las muchachas, haciéndonos rezar a todos la Novena o el Rosario, apurando al cielo para que Chicha, la mayor apruebe su exàmen en el Conservatorio, o para que algún otro se sane pronto.
Mi madre es también la nostalgia purísima de un violín. Hablo del violín que mi madre tocaba al atardecer, en la galería de nuestra quinta de Rìo Segundo. De un violín que sonaba, dulce y tristìsimo a la vez, que a uno se le adentraba poco a poco en el cuerpo. Y esa música sonaba entonces como llegando de otro mundo. Y era por esa música que las hojas de los plátanos y los tiernos gajos de los rosales temblaban, levísimos. Sí, porque los ángeles ya habían venido.
Y cuando de repente me quedo como un tonto en una esquina, sin saber para donde tomar, simplemente porque he visto cruzar una paloma por el cielo, o porque he escuchado el tañido de una campana, entonces no puedo menos que pensar en ti y bendecirte con toda el alma. ¡Oh, madre mía, con las manos cargadas de rosas, con tu violín que fue la gloria del atardecer!

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